Mujer
ha
empezado
la hora de ver las caras de las tías de las primas de las abuelas y
hasta las bisabuelas y unas tías que nunca reconozco. En esta familia de
longevas yo no llevo la sangre de nadie conocido, ni mi mamá ni mis
hermanas y nuestras caras son distintas. Me di cuenta de eso cuando
empecé a crecer, cuando empecé a sospechar de los halagos. Siempre me
dijeron que qué color el mío, ese que tenía para navidad después de
pasarme el día en el jockey club o en alguna pileta. Y es que la nariz y
los cachetes se nos ponían a mi hermana y a mí color oscuro, sin
enrojecer. Mientras a mis primas rubias se les enrojecían los ojos de
abrirlos abajo del agua.
Por estas
sangres siempre fuimos más bien fuertes. Los cuerpos impermeables, las
piernas. A veces creo que somos unas hermanas reversibles como una
campera y que guardamos la tormenta dentro.
Creo
que la cara de mi mamá se revierte. Son las arrugas y las ojeras. Creo
que mi hermana menor a la sombra parece una sombra más, bellísima y
gris. Los labios son pálidos y la cara es blanca. Mi hermana menor
también tiene ojeras y es igual a mi mamá de las fotos cuando tenía diez
años. Creo que somos cuatro mujeres muy distintas y cortadas por una
misma tijera, o a mano, pero por una mano que desconocemos.
Las
mujeres de esta familia hacemos cosas con nuestro cabello como la
mayoría de las mujeres. Nos preguntamos entre nosotras si tenemos un
hombre a quién amar. Somos todas heterosexuales de entrada. No nos
podemos imaginar las unas a las otras desnudas. Intento hacerlo. A
algunas las he visto en ropa interior. Conozco las piernas Poli. No son
nuestras piernas. En casa tenemos las piernas torneadas y cortas. Las
caderas ajustadas, problemas con los pantalones a la altura de la cola.
Tenemos unos pies feos y planos, todas. Es otro de esos males de familia
nuestra. Como la piel de mi cara, un mal del que no puedo localizar
antecedente. A veces los médicos preguntan sobre la ascendencia. No la
sé. No conozco los por qué. Trato de imaginar desnudos. Escenas
sexuales. Me pregunto a mí misma cosas que no me animo a preguntar en
las cenas familiares. Me las pregunto en cenas familiares, mientras
estoy callada y me acerco a la mesa a buscar otra copa. Cuando estoy
borracha formulo y reformulo respuestas en voz alta, como si contara
chistes. Mi abuela me miró con tristeza todo el día. Mi tía con
complicidad. Las amo.
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