martes, 22 de julio de 2014

Voy a casa por la calle lateral, es siempre oscura y me siento sola más sola que cuando ando sola por otras calles. Sale un gato estirado gris topo, con su pelo al ras de la piel y después sale otro blanco y marrón que me parece que no se decide a quedarse en ninguna parte.
Es un momento del siglo XXII este
calle sola gris rosado negro el cielo siempre
apagándose,
todavía nunca es de noche ni hace ningún clima
y solo hay gatos,
uno o dos humanos por manzana
en esta zona del barrio con miedo a que haya más personas alrededor y sean invisibles
muertos o espíritus o con superpoderes.
Sólo quedan en el siglo XXII ahora
dos cuadras
para llegar a casa:
hay olor a mierda
uno se acostumbra
a llevar un pañuelo
perfumado
como barbijo,
el que yo llevo puesto es rosa y tiene flores margaritas
huele a coco,
una fragancia sintetizada en fábricas farmacias,
los remedios devaluados corren como caramelos
en la plaza principal.
El trencito para niños, allí,
fue reutilizado para ser el trailer de un camión de congelados,
a los robots también los disfrazan de peluches gigantes
y personajes animados
para hacer bailar a la gente canciones de moda,
leo un cartel viejo que dice
garrapiñadas
y no sé qué imaginarme.
Estoy
casi llegando
y pensé con tanta fuerza en la plaza principal
que aparecí en ella,
todavía no controlo
estos códigos mentales
como antes no tenía
habilidad con las pantallas táctiles.
Todo puede adquirirse.
Acá hay mucha gente,
los gatos no se acercan,
prefieren la basura de los barrios más chicos
y el poco verde que crece lejos de los combustibles.
Del centro se hizo cargo el municipio,
se encargó de la limpieza
la asepsia
la fumigación
la iluminación artificial
las vallas de seguridad
los carteles de peligro
el alto voltaje
y los conos fluorescentes.
Automáticamente
estoy en una fila de un puesto de panchos,
la pasta menudencia brota de la tierra a chorros
y la estiran como salchichas,
le agregan una gota de saborizante permitido.
Tomo una pastilla
para la cara
y los labios se me pintan de rojo,
las pestañas se endurecen y mis ojos
adquieren la chispa del fuego
tal como decía el slogan
del laboratorio para chicas que consiguen
cosas,
mi cara ahora es una copia en serie perteneciente a una marca registrada
y el lector me reconoce como a una tarjeta cuando le ordeno que me expenda
uno con mostaza


bip

que tengas un bip día.

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